Cuando hablé con Cristian y Emilio para colaborar permanentemente con Escozor (de puta madre el primer número...), nunca imaginé que el siguiente tema eje del fanzine podía ser la Belleza. Mi idea original era sentarme frente a La Combativa (la computadora de mi chamba) y escribir lo que chucha saliera, sin darle muchas vueltas a las cosas. Pero el tema me paró en seco. ¿Qué podía decir yo sobre la Belleza? Apliqué entonces la Estrategia Cinco: Volver a los orígenes (muy útil cuando te encuentras completamente perdido y no sabes a dónde dirigirte). Así que me puse a pensar en cuál había sido mi relación con la Belleza desde el comienzo de mi historia. Definitivamente nunca encontré belleza al mirarme en el espejo de baño de la casa de mis papás. Ése precisamente fue uno de los rollos de mi niñez, nunca estuve contento con mi aspecto, con la forma que tenía mi nariz, a veces tenía la sensación de que era bizco, no me gustaban los rulos de mi pelo, y así toda una larga lista de etcéteras. En mi adolescencia las cosas no cambiaron mucho. Tuve mi primera enamorada a los diecisiete años, pero según yo, ella no estaba conmigo por mi belleza física, sino por mi “buena” naturaleza tal vez. En esa época, ya había formado un grupo subte con unos patas, tocando en conciertos barranquinos y recibiendo escupitajos de aquellos que nos llamaban “pitupunks” (pituco + punk). Las canciones eran cuestionables desde el punto de vista musical (nunca me consideré un músico), pero el feeling de la gente era bacán, teníamos mucho contra qué gritar y, además, era MI grupo. Terminé amando a Kaos General, pero nuestras canciones siempre distaron de ser algo así como un prototipo de belleza armónica. En la universidad, la Antropología me enseñó que la Belleza era algo relativo, que dependía de la cultura donde nos encontráramos, que en realidad era una creación cultural, que no era, para nada, absoluta. Y yo le creí. Tal vez esa fue la época más racional de mi vida. El Arte me parecía una huevada, la pintura, la escultura, la poesía me parecían cojudeces, yo estaba concentrado en encontrar las estructuras universales del comportamiento humano, descifrar porqué la gente hacía las huevadas que hacía, y toda la cojudez del Arte caía en lo que yo llamaba “superestructura”, algo que supuestamente no producía cambios en el comportamiento de las sociedades. La siguiente imagen que tengo de mí es frente a una computadora en las oficinas de redacción de El Comercio. Haciendo chamba de periodista descubrí dimensiones de Lima a las que se tiene acceso solamente cuando portas el dichoso carnet. Escribir artículos me obligó a tener en cuenta la estética en las cosas que producía. Allí fue donde aprendí que podía y me gustaba escribir. Pero poco importaba la Belleza, la idea era producir notas y artículos sin descanso, la literatura me seguía pareciendo un asco, así que me dejé llevar por la vorágine del medio. No duró mucho. Todavía no sé en qué momento de mi vida las cosas se transformaron por completo. Hoy me sorprendo al descubrirme cada vez más “místico” día tras día, hablando de cosas como “seguir el corazón”, animando a mis amigos a que se entreguen a una actividad artístico-creativa, por que eso “te permite conectarte contigo mismo”. Tal vez ésta es la época más sensible de mi vida. Claro que las cosas frente al espejo no han cambiado mucho, mis criterios de vestimenta no pasan por la belleza, y hasta El Indomable (mi caña) está bastante maltratado con las cacas de pájaro. Ahora, sin embargo, me pregunto si la Belleza no puede ser absoluta. No sé, en el fondo, si es posible encontrar la belleza en todas aquellas cosas que he relatado. Sólo sé que es de puta madre sentarse a escuchar una canción que te gusta, cerrando los ojos y fumándose un fallo. Así como aspirar el aire de un lugar rodeado por árboles y percibir el aroma vegetal de las plantas. Así como tirarse en el pasto y concentrarse en el lento movimiento de las nubes. Así como leer una buena historia o ver una película hecha con el corazón. Así como aún son de puta madre las canciones de The Clash, Siniestro Total y The Cure. Sí pues, la vida sigue transcurriendo en un Kaos General, Cristian, pero a pesar de todo sigo siendo el mismo huevón idealista y optimista de siempre, que cree que la vida es de puta madre. A pesar de su Belleza.
(Publicado en el fanzine Escozor, 2001. He editado elementos tangenciales del artículo porque ya no comparto algunas de las opiniones vertidas en él. Sin embargo, la esencia se mantiene incólume. Armando, abril del 2009).
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